En el grupo de las emociones primarias, junto a aquellas tan pasionales como la alegría o la ira, existe otra que durante mucho tiempo ha ido en el vagón de cola: el asco. Descrita por Darwin en el siglo XIX, esta aversión nos protege frente a peligros potenciales. Aunque hay algunos como los tejidos infectados que desagradan a cualquier persona, otros tienen que ver con contextos culturales. Sufrir más asco de lo normal puede ser patológico.

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