En la rígida sociedad victoriana, y en el seno de una acomodada familia británica en la que el papel de la mujer se limitaba a su vida social, la joven Florence Nightingale tenía claro que quería ser enfermera. Una casualidad le permitiría cumplir su sueño. Se enfrentó a su familia y a los cánones de la época, y acabó convirtiéndose en la primera enfermera profesional, al mejorar el cuidado de los heridos en la guerra de Crimea y popularizar la formación de las mujeres en este oficio.

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