Agujeros negros de laboratorio

Viajar hasta un agujero negro para comprobar cómo se comporta es, cuanto menos, arriesgado. Aparte de ser técnicamente imposible llegar a él con los medios actuales –el más cercano a la Tierra se encuentra a unos 3.000 años luz–, si un avezado astronauta quisiera acercarse para curiosear, jamás podría salir para contarlo. Por eso, los físicos se tienen que conformar con lo que captan los telescopios y con analizar su rastro, es decir, las ondas gravitacionales que se cree que surgieron por la fusión de dos de estos monstruos del cosmos. Una tercera opción es estudiarlos en el laboratorio y para ello los científicos han desarrollado sistemas que tratan de imitar sus características.

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Puedes leer el reportaje en el número de enero de la revista Muy Interesante y en su edición web.

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