Miles de años después de haber lanzado una bomba atómica, su rastro permanece y los físicos saben cómo medirlo. También son capaces de averiguar si un país ha falsificado una ojiva que tenía que entregar a las autoridades. En un contexto de desarme nuclear, la ciencia se convierte en la mejor aliada.
Puedes leer el reportaje en el número de febrero de la revista Muy Interesante.