En la base española Gabriel de Castilla no existen los fines de semana. Tampoco las noches. Los científicos y militares que la habitan durante el verano austral tienen que cubrir las ventanas de los dormitorios para poder descansar tras las duras jornadas laborales.
En el caso de Andrés Barbosa, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales, su equipo y él caminan cada día alrededor de tres horas para estudiar a una comunidad de pingüinos barbijo (Pygoscelis antarcticus) ubicada en el borde exterior de la isla Decepción. La base se encuentra en la bahía interior.
«El trabajo en la Antártida es duro porque trabajamos a la intemperie durante unas ocho o diez horas, con una sensación térmica que llega a los -15 ºC, con mucho viento y a veces con nieve», describe el científico en conversación telefónica con EL ESPAÑOL.

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