En 1912, el bioquímico Casimir Funk bautizaba como vitamina a una sustancia que se alojaba en la cáscara del arroz y que curaba la enfermedad del beriberi. En solo cincuenta años se descubrieron doce más y se daba prácticamente por cerrada la lista. Hoy, los científicos confían en que su mejor conocimiento bioquímico amplíe sus aplicaciones dietéticas y terapéuticas.
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